domingo, 31 de julio de 2011

LA DESHACEDORA



En el fondo lo que me propongo es deshacer.  Deshacer lo que leo, veo y vivo. Deshacer los días.  El odio.  La decrepitud.  Las bajas pasiones. La idiotez mediática. La obcecada evidencia.  Digamos que tengo una tendencia natural al deshacimiento de las cosas. ¡Penelopeces!
Me gusta la palabra deshacer. Estoy  harta de la pregunta cada vez más generalizada, ¿Que estás haciendo ahora?  O aquella que aflora ante el primer roce social ¿Y vos que haces?  O bien , si no estás haciendo nada , vamos a…  No. absolutamente no. Yo me ocupo con toda la dignidad que requiere el oficio, en deshacer los nudos gordianos de dilemas invisibles que circulan en la vía láctea.
Cuando no hago, deshago y en eso invierto voluntariamente mí tiempo. Por ejemplo he deshecho corazones. Meses completos y compactos han sido desechos por mí, con una maestría incomprendida, pero que no deja de ser sublime. He desecho libros enteros de poesía universal. Dantes. Pasolinis. Catulos y Safos . Li Pos, Shakespeares, Borges, Ovidios , Sor juanas y Quevedos. Sin distinción de épocas, nacionalidades o estilos, han pasado por mi demoledora afición.  Si se agiliza el ingenio, es posible romper la cadena interminable de significados.  Me divierte dar vueltas en el centro giratorio de la desconstrucción.

Salgo a las calles de esta ciudad de humo rosa a deshacer dudas.  A veces acaricio los ojos amados con mi iris, solo para deshacer sus visiones de libertad. Deshago caminos. Yo misma me deshago.  No vayan a pensar que es falta de aprecio a las cosas que me rodean.

A él le consta cuantas veces, me he deshecho en besos, abrazos y halagos. Cuando pretendo conseguir que me compre un ticket de viaje a cualquier centro de gravedad o simplemente el pago de la tarjeta de crédito.

Allá El Hacedor. Lo que soy yo, no pienso sentarme a esperar,  que una terca neblina me borre las líneas de manos.

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