domingo, 14 de agosto de 2011

QUE LA CASA SE LLENE DE VACIO





Espero a que la casa se llene de vacío. Que la casa se haga una mano con líneas amistosas. Que me envuelva en sus paredes tibias. Espero a que los hijos entren. Salgan. Salgan. Entren. Apaguen la estridencia de juegos electrónicos. Televisores. I pod s conectados a diminutos demonios de infinitos decibeles. Espero a que se duerman las empleadas. Que las luces mengüen una a una. Ya con la pasión cumplida al mil por uno y el esposo en pleno estado de satisfacción. Lo dejo control en mano, frente al discovery  chanel. Voy a mi escritorio y espero aun más tiempo. El sueño hace piruetas. Intenta colarse entre mis parpados, pero salgo triunfante con la esperanza depositada en el vacio próximo y profundo de la casa. El cachorrito Beagle recién llegado, pretende remplazar al difunto Kafu y ladra en el tono más agudo que he escuchado en mi vida. En una de las habitaciones aun suena la música de Perl Jam. Es viernes y el menor de mis hijos se alista para una larga noche con su trozo de día. Se dispone a derrochar belleza energía  y talento. Hay  amigos esperando que salga de la ducha. Una mezcla de perfumes juveniles me llega a la oficina. No hago nada. Estoy pendiente del minuto precioso en que la casa se llene de vacío. Entonces daré inicio a lo que sea mío. Entonces quedare al fin sola con la gran muerte que cada uno lleva en sí. Esa muerte -dijo Rilke-  es el fruto en torno al cual todo cambia. Esta noche Rilke, me es tan muerte y tan fruto…


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