jueves, 11 de agosto de 2011

PINK FRESH




PINK FRESH

Para contarles ciertos acontecimientos de naturaleza dispersa como los que conocerán a continuación, no pienso situarme con exactitud en la historia, ni tomar elementos determinados por la dictadura del tiempo en que me tocó nacer. No es precisamente el mejor tiempo de los que se conocen en el mercado.

Iba manejando mi Chevrolet Impala descapotado, hecho que molestaba o más bien alborotaba la paz de mi larga cabellera. En la radio se escuchaba el éxito más reciente de Vivaldi y a todo esto, el celular no dejaba de sonar. Cuando el semáforo que está por la cárcel del Hormiguero se puso en rojo, yo aproveché para sacar mi lápiz de labios favorito, el pink fresh que siempre me piropeabas. Lo embadurne en mi boca lentamente, con una extraña sensualidad, como si al hacerlo te regresara hacia mí, con todo y palos de golf. Sin darme cuenta, la luz del semáforo cambio de color y los demás conductores empezaron a hacer sonar las bocinas de sus autos ensordecedoramente. Hipersensibles a las distracciones ajenas. Intolerantes al mínimo error. Marcianos tal vez. Algunos gritaron con grosería ¡Tu Madre! y una mujer gorda con un bigote que daba pesar, hizo la guatusa gringa y me tiró un vaso de cartón del Mc Donalds, con restos de  leche malteada de chocolate.  Parecían estar furiosos con el minuto que yo había echado a perder en sus vidas apresuradas.

Para donde iban esos sujetos con tanto afán? La gorda amargada. Quien la esperaba?  El galán de la corbata sicodélica. Qué onda de hacer gárgaras con la ira, un día tan hermoso de febrero, en pleno centro de la ciudad?

Eso sí, en medio de tanta bilis en erupción, no puedo dejar de mencionar al perro sonriente que intentaba cruzar la calle con el extremo cuidado, de sus huesos expuestos al sol. Filosofo de cuatro patas lo llamaría Bauldelaire. Astuto el can, veía a ambos lados de la doble vía. Al principio pensé que era un perro sin oficio ni beneficio, pero después cuando lo vi husmear por la fritanga de la acera de enfrente, me di cuenta que intentaba ganarse la vida con el sudor del olfato y su cola en perenne movimiento. Noble especie viviente sobre el planeta, no vino a este mundo hacer mal a nadie, me dije, mientras cambiaba la estación de radio y aparecía una entrevista a Gardel, minutos antes de abordar el avión con destino a Medellín.

Entre un paréntesis purpura, translucían: Mil millones de personas con hambre. Masacres persistentes. Fraudes de todo tipo. Golpes de estado novedosos. Holocaustos. Lanzamientos de misiles a mares orientales y otras prácticas comunes de tiro al centro de la infamia.

Cuantos minutos mueren y yo tan campante. Qué maravilla de redondez  la de la tierra y esas mujeres en labor de parto tan femimachas.

La naturaleza de las palabras es siempre muerta si están ocultas. Si están cerradas en su silencio oscuro. Si no han rozado retinas o lenguas o yemas.

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